Antes de la llegada de los
ya famosos vácceos, ya
tenemos constancia de asentamientos prehistóricos en el entorno de la Mambla y
la Cuchilla (menudo ambiente debía de haber por allí).
El neolítico se sitúa al
final de la Edad de Piedra y se caracteriza por el inicio del conocimiento y
uso de la agricultura y la ganadería, junto al empleo de piedras pulimentadas
que servían como herramientas menos toscas que las empleadas anteriormente.
Se cree que el neolítico se expandió
por el interior peninsular y, por tanto, por la Meseta Norte, hacia el año 4000
a.C, aunque se considera que el asentamiento tudelano puede datar del año 2000
a, C. Por lo tanto, podríamos poner esa fecha como momento en el que el primer
tudelano se asentó en estas tierras y, si lo considerásemos como válido, entonces
Tudela tendría hoy unos... ¡4000 años!
Para hacernos una idea de
los peligros que nuestros antepasados trataban de evitar estableciéndose en
cotas altas, echemos un vistazo a lo que había a su alrededor:
La Mambla y la Cuchilla, hoy
algo verdes gracias a la repoblación de décadas pasadas, sobresalían del manto
frondoso de un bosque rico en flora y fauna, gracias a las fértiles tierras de
la vega del Duero. Este bosque ofrecía abundante caza y frutos que recolectar,
pero también era cobijo de peligrosas manadas de lobos que perseguían la misma
caza que los humanos…cuando no a ellos mismos. El otro peligroso habitante de
estos bosques era el oso, hoy desaparecido de nuestras tierras, pero nada
extraño en aquellos tiempos.
El otro aspecto destacable
del entorno es la riqueza y productividad de estas tierras que, a pesar de que en
ese período no debía de haber mucha gente por la zona, atraían a muchos grupos
de humanos, que buscaban un territorio en el que establecerse para aprovechar
los incipientes conocimientos agrícolas. Esto, como nos podemos imaginar,
representaba una amenaza para los primeros “tudelanos”, que se veían obligados
a defender su pequeño territorio. Además, las dos famosas cotas eran, y son,
referencia clara para los nómadas, por lo que no era extraño que pasaran cerca
de ellas y, de paso, aprovechaban cualquier oportunidad para “recolectar” lo
que podían.
Por
tanto, podemos suponer que su forma de vida se basaba en un pequeño poblado
situado en las faldas de la Mambla y la Cuchilla, aprovechando el abrigo del
bosque y la protección y visibilidad de las alturas. Desde este emplazamiento
comenzaron a cultivar pequeñas zonas de terreno, a la vez que cuidaban de un
ganado compuesto principalmente por cabras, sin olvidar la recolección y la
caza, aprovechando la riqueza de un entorno privilegiado.
En definitiva, tampoco hemos
cambiado tanto. Únicamente hemos abandonado las zonas elevadas para acercarnos
a nuestro acogedor río y, eso sí, hemos acabado con los bosques que rodeaban a
nuestras famosas “montañas”.
Quiero
llamar ahora la atención sobre una curiosidad. El uso de la miel era habitual en
aquella época, ya que era el único alimento dulce conocido. En algún momento, restos
de una mezcla de miel y agua, dejada por casualidad, sufrió una fermentación alcohólica, perdiendo toda o
parte de la materia azucarada y convirtiéndose en alcohol etílico. Esa sustancia líquida se conoce como hidromiel,
tiene un color brillante y dorado, posee
una graduación de unos quince grados y, sobre todo, tiene un sabor muy similar
a algunos vinos. ¿Tendrá esto algo que ver con nuestros actuales gustos?
Y así pasaron los años,
los siglos y hasta algún que otro milenio, hasta la llegada de los vácceos.
Pero eso será otro día…
Muy interesante cuñado, en el fondo a la juventud también nos gusta conocer estas pequeñas historias sobre nuestro pueblo. Seguiré muy de cerca las siguientes publicaciones.
ResponderEliminarUn besito
Muchas gracias cuñadita. Quiero ampliarlo introduciendo temas de actualidad. Así que se agradecerán las propuestas y aportaciones de los que estáis más al corriente de lo que pasa cada día.
ResponderEliminarUn beso.