¿Cuántos de nosotros hemos presumido ante nuestros
amigos forasteros, durante nuestra niñez y siendo ya no tan niños, de tener en
nuestro pueblo, nada más ni nada menos que “un puente romano”? Pues siento
desencantaros pero ni es romano ni jamás lo fue, como vamos a comprobar.
Nuestro querido y maltratado puente se construyó en el período conocido como la Década Moderada del reinado de Isabel II, aproximadamente en el año 1852, después de que su predecesor (sí, efectivamente, hubo otro puente antes), sufriese dos sabotajes en un breve período de tiempo durante la Guerra de la Independencia, que finalmente acabaron por dejarlo inservible.
Nuestro querido y maltratado puente se construyó en el período conocido como la Década Moderada del reinado de Isabel II, aproximadamente en el año 1852, después de que su predecesor (sí, efectivamente, hubo otro puente antes), sufriese dos sabotajes en un breve período de tiempo durante la Guerra de la Independencia, que finalmente acabaron por dejarlo inservible.
Pero aquel primer puente del que se tiene constancia
documental no se ubicaba exactamente en el mismo lugar que el actual, sino que
se encontraba a unos 40 metros
río arriba, como demuestra uno de sus estribos que aún se puede observar en la
margen izquierda. De esta manera, su trazado lo unía directamente con la Calle
Mayor, dando además continuidad al nombre de la
calle a la que se unía con el suyo propio, ya que se conocía como Puente Mayor.
En lo que a mí respecta, ahora he encontrado la
respuesta a una pregunta que siempre me he hecho cuando he observado el escudo
de armas de Tudela, ¿por qué el puente que aparece en este escudo no se parece
al que realmente tenemos? Es evidente que el puente medieval, alomado en el
centro, que está representado en el tercio inferior de nuestro escudo, es aquel
viejo Puente Mayor, de unos cuatro metros de anchura de calzada y de 21 metros de largo. Atendiendo
a las proporciones utilizadas en la construcción de los puentes de aquella
época, podemos saber que su arco principal tenía unos 7 metros de luz y que debía
de tener 3 o 5 arcos, aunque si miramos de nuevo a nuestro escudo, parece que
el número 5 cobra fuerza.
La referencia escrita más antigua del Puente Mayor la
podemos encontrar en nuestra Biblioteca Municipal, tal y como reflejaba J. A.
Sánchez en la publicación de CALLE MAYOR del mes de abril de 2011. Concretamente
aparece en el catastro del Marqués de la Ensenada. Dicha cita dice así: “…El Señor Rey Don Fernando Tercero El Santo,
el 26 de enero de 1220, da dos partes del derecho de pontazgo a la Santa Iglesia Catedral de
Valladolid y una parte que poseería el convento de San Pablo de dicha ciudad…”
Permitidme la licencia de decir aquí que,
casualidades de la vida, la fecha referida en la cita coincide con la del
nacimiento, muchos siglos después, de la persona que me pidió que escribiera
sobre nuestro puente en este blog. ¿Será verdad que todo en este mundo está
interconectado de alguna manera?
Volviendo al hilo de la cuestión, la mencionada
referencia nos indica que las ganancias que generó el cobro de una pequeña
cantidad de dinero por el paso de nuestro viejo puente, habrían servido para
pagar la piedra de la
Catedral y del convento de San Pablo de Valladolid.
Este Puente Mayor, ya olvidado y nunca valorado,
estuvo en servicio para el paso del río Duero de personas, animales y vehículos
durante más de 600 años, ya que tendría su final en los sucesos que se
desencadenaron durante los años de la Guerra de la Independencia (1808 – 1814).
Más en concreto, el Puente Mayor es saboteado por
tropas españolas durante los primeros compases de la invasión del ejército
napoleónico, rompiendo su arco principal en un intento por dificultar el paso
de las fuerzas francesas hacia el interior e impedir así las pretensiones
expansionistas de Napoleón Bonaparte en España.
En este punto cobra protagonismo para Tudela la
persona del General de División francés Kellerman: Françoise Stephane de Kellerman fue una de las figuras destacadas de la
ocupación francesa. Inicialmente formó parte del ejército que mandó el Mariscal
de Campo Junot en la ocupación de Portugal y, a partir del mes de octubre de
1808, finalizadas las jornadas
portuguesas, dirigió las acciones del Norte de España al mando del Ejército de
Reserva francés, participando en la batalla de Gamonal (10 noviembre de 1808),
campaña del Principado de Asturias, provincia de León y alrededores. Este
General fue la autoridad encargada de firmar, en marzo de 1810, la orden de reconstrucción
del arco principal del puente. Por aquel entonces reinaba en España José
Bonaparte I.
Pero a los tudelanos no les salió gratis la
reparación, sino que Tudela tuvo que pagar 3000 cántaras de vino, a razón de 15
reales la cántara, por las dos terceras partes del monto total del arreglo del
puente. Luego, en el año 1810, la reparación del puente costó, en total, unos
67.500 reales, de los que 45.000 fueron aportados por el pueblo.
Lo anterior nos muestra un detalle interesante: la
economía y la producción agrícola de Tudela, en aquellos momentos, estaba en la
producción del vino, pudiendo ser empleada su riqueza como impuesto para hacer
frente a los enormes gastos de la guerra.
Posteriormente, en la Batalla de Arapiles, al
sur de la ciudad de Salamanca, el 22 de julio de 1812, las tropas anglo-
hispano- portuguesas, al
mando del general Arthur Wellesley, primer duque de Wellington, derrotarán a los franceses. Como consecuencia de ello, las
tropas de Wellington abanzaron libremente por el valle del Duero. Para tratar
de impedirlo, el Mariscal al frente de las tropas francesas en la citada
batalla, Augusto Marmont, es quien ahora destruye el Puente Mayor en su
retirada, para tratar de evitar el paso por Tudela de las tropas inglesas.
Éste debió de ser el final del Puente Mayor. Pero aún
así no se resignaba a dejar de servir a los tudelanos como lo había hecho por
más de seis siglos y, a pesar de estar demasiado afectado en su estructura,
aguantó durante 40 años más, con remiendos y viguerías de madera entre sus
pilas, hasta que se decidió la ejecución del puente que ahora tenemos.
Nuestro actual puente ya no es el puente alomado en
el centro de época medieval. Este puente es mucho más ancho y es de tablero
plano, lo que técnicamente supone que se cimbran sus 5 arcos y se construyen
todos al mismo tiempo.
El nuevo puente se construye en piedra caliza del
páramo con sillares regulares unidos con mortero de cal y arena, haciendo de él
uno de los puentes con más gracia y belleza con que cuenta la provincia de
Valladolid.
Como detalle que pocos tudelanos conocen, en el
puente hay una piedra que contiene una inscripción. La piedra se encuentra, a
unos 2,50 metros
de altura, en el muro que baja hasta la margen derecha del rio desde la
desembocadura del puente hacia el centro del pueblo. Los antiguos scouts de
Tudela lo conocemos bien por haber hecho rapel en esa pared hace muchos años.
¡Para habernos matado!.
Como se puede ver en la imagen, la inscripción dice “FEBo 18 DE 1855” que bien puede ser la fecha en que finalizaron las obras de su construcción.
Como se puede ver en la imagen, la inscripción dice “FEBo 18 DE 1855” que bien puede ser la fecha en que finalizaron las obras de su construcción.
Sobre este puente pasaba la antigua carretera
Nacional 122, Valladolid- Soria, hasta que, con la construcción de la nueva
autovía, el puente dejó de tener tanta intensidad de tráfico, quedando
exclusivamente para el servicio de la población de Tudela y los pueblos
colindantes como La Parrilla
y Montemayor, que vienen a Tudela o pasan de camino hacia Valladolid, así como
para el paso de los propios vecinos de Tudela que, debido a la importante
expansión urbanística de los pasados años, se han afincado en la margen
izquierda del rio.
El paso del tiempo ha querido dejar también su huella
en esta magnifica obra, marcándole con algunas cicatrices y daños que, si bien
no parecen ser de considerable importancia, bien justifican ya la necesidad de
proporcionarle algunos cuidados que mantengan la belleza de este bien cultural
propiedad de todos.
Y es que el acceso al puente desde el centro del
pueblo se realiza mediante una pronunciada curva a izquierdas que, si bien no
debe presentar ningún problema si se respetan las velocidades adecuadas, en
varias ocasiones ha “lanzado” a los vehículos que la toman indebidamente,
materialmente por la tangente. Así, hacia los años 60 - 70, un camión que salía
de Tudela en dirección a Soria, al tomar esta curva colisionó contra el pretil.
La solidez del mismo evitó que el camión cayera al Duero, pero no así unos
siete metros de pretil, justo a la altura del molino. En otra ocasión,
concretamente el día 14 de agosto de 2011, primer día de las fiestas patronales,
un coche tomó la misma vía recta, tirando de nuevo al rio cuatro de las piedras
del petril en la misma zona. En este caso el ayuntamiento tuvo que ponerse
manos a la obra rapidamente para tapar el hueco creado ya que, pocas horas
después debía dar comienzo uno de los tradicionales encierros de toros. Gracias
a la destreza de algunos buceadores voluntarios del Grupo de Salvamento y Rescate de Castilla y León,
entre los que se encuentra mi buen amigo Joaquín, aquellas piedras fueron
recuperadas del lecho del Duero y hoy ocupan de nuevo su lugar en el puente
(imagino que muertas de miedo cada vez que un coche traza esa curva). Como
curiosidad podemos añadir que, además de multiples y variados objetos extraidos
del fondo del rio, junto a las piedras, se encontraron dos balas que estaban
ubicadas en el hueco de una de ellas.
Como bien atestiguaba J. A. Sánchez en el documento
ya referido, desde 1997, una dovela del arco central aguas arriba, se ha ido
descolgando lentamente y en este momento ya asoma unos 25 centímetros, como
refleja la fotografía. Y, a simple vista, desde
el mismo puente, podemos comprobar como la línea superior del pretil, que
tendría que ser una línea horizontal, vaguea hacia abajo en el centro del
puente. Esto demuestra que todo el arco central del puente se está moviendo muy
lentamente.
Las aceras de piedra son testigos de las huellas de
todos los tudelanos presentes y pasados. Hoy aparecen gastadas y pulimentadas,
reflejando el amplio uso y servicio que nuestro puente nos ha dado durante casi
160 años. Pero tambén se han vuelto peligrosas, sobre todo en invierno, ya que
se han vuelto resbaladizas e irregulares, propicias por tanto al tropezón o el
desliz. También son peligrosas por su estrechez, que impide que dos personas se
crucen sin invadir la transitada calzada y hacen prohibitivo su uso para
cochecitos de bebes o para sillas de personas con dificultades de movilidad.
Por todo ello, la construcción de un nuevo puente es un
asunto recurrente al que se alude constantemente en las tertulias tudelanas.
Muchas han sido las ideas aportadas por unos y por otros: construir un puente
nuevo en alguna zona que posibilite despejar de trafico a nuestro viejo amigo,
construir una pasarela pegada al puente para separar el tráfico rodado de los
peatones, etc…La solución no parece fácil dados los condicionantes económicos,
pero lo que si parece evidente es que ya no podremos volver a decir aquello de
que “habrá que esperar a que vuelvan a invadirnos los romanos para que se
construya un puente nuevo”. Así que más vale que pongamos las manos a la obra y
nos lo vayamos haciendo nosotros mismos.