Para que nos hagamos a la
idea de lo anterior, tenemos que saber que la salida natural que el río Duero
tiene hacia el Océano Atlántico a través de Portugal, no existía en aquella
época. Si estudiamos la actual cuenca del Duero podemos comprobar que tiene
forma de “enorme bañera”, cuyas paredes están formadas por: la Cordillera
Cantábrica al Norte, el Sistema Ibérico al Este, el Sistema Central al Sur y el
Macizo Ibérico o estribaciones de los Montes de León, al Oeste. Por tanto, podemos
imaginar que su límite o “tapón” en esta última dirección se encontraba en la
zona de los actuales Arribes del Duero, al oeste de la provincia de Zamora. Es
fácil imaginarlo si comprobamos que, en ese punto, el perfil del río desciende
bruscamente unos 400 metros en escasos 100 kilómetros (4m/km), constituyendo un
auténtico desagüe natural.
En definitiva, toda el agua
que descendía de las cumbres que conforman esta bañera, así como todas las
precipitaciones que caían en los aproximadamente 79.000 Km2 que
ocuparía en aquellos momentos, quedaba embalsada sin salida posible.
Y esto fue así durante
millones de años, en los cuales se produjo una importante afluencia de
sedimentos a dicha cuenca, procedentes de las montañas circundantes y que hoy
tienen su reflejo en los diferentes estratos apreciables especialmente en las
laderas de nuestros páramos.
El motivo de la apertura del
desagüe aún no está claro. Hoy en día se barajan dos hipótesis principales que
desechan la opción de una apertura provocada por movimientos sísmicos, dado que
el período en que se produjo no se caracteriza por una importante actividad
tectónica.
La primera opción pasa por
lo que se denomina una captura fluvial desde el Atlántico, lo que significa que
se habría producido una erosión ascendente en la cara oeste del tapón,
provocada por las escorrentías fluviales desde esa zona hacia el Océano.
La segunda posibilidad y la
que cuenta con más seguidores, es la de un rebosamiento del nivel de la cuenca
provocado por un período climático especialmente húmedo, ayudado por la
elevación del fondo de la cuenca debido a la acumulación de material
sedimentario en la misma. Este rebosamiento habría erosionado el terreno por el
que el agua descendía rápidamente, hasta dar forma al actual cauce del río.
Una vez abierto el tapón y a
medida que el agua iba lentamente cortando la roca, dibujando el cauce a través
de los cañones que hoy nos muestran el espectáculo incomparable de los Arribes,
la cuenca iba poco a poco vaciándose, dejando al descubierto un fondo formado a
base de materiales aportados por los ríos que en ella desembocaban, como si de
un mar se tratara.
La acumulación de aquellos
sedimentos en la parte baja de la cuenca constituyó la actual meseta castellana,
en cuyo centro se encuentra la provincia de Valladolid y que, simplificando al
máximo, no deja de ser un enorme montón de tierra arrastrada por las aguas,
depositada en el fondo de un lago y desecada posteriormente.
Aquella aportación de
materiales se refleja hoy en la estructura y composición de nuestros suelos
que, si hacemos un corte vertical, nos dejan ver el paso de los milenios, de
manera que su estructura es la que muestra el cuadro adjunto:
Mill. años
|
Era
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Período
|
Época
|
Sustrato
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||
0-hoy
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|
|
|
|
||
0
2,5 a.C.
|
Cenozoica
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Cuaternario
|
|
Terrazas
Mantos eólicos y dunas
|
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2,5 a. C.
5,3 a. C.
|
Terciario
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Neógeno
|
Plioceno
|
Calizas de los páramos
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||
5,3 a. C.
23,5 a. C.
|
Mioceno
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Superior
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Arcillas verdes y yesos
|
|||
Medio
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Areniscas, limos y arcillas pardas
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|||||
Inferior
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Conglomerados, arenas y arcillas
|
|||||
23,5 a. C.
34 a. C.
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Paleógeno
|
Oligoceno
|
Conglomerados y areniscas
|
Y es precisamente en esos
valles donde, al resistirse a la erosión alguna roca caliza aislada, ha
protegido los sedimentos más blandos que tenía debajo, haciendo que las aguas
se desviasen y dejaran una isla de tierra en medio del valle.
Por eso nuestra geografía
está llena de lo que se denominan cerros testigo, como son los casos del Cerro
de San Cristóbal en La Cistérniga, el Cerro de San Torcaz al norte de Renedo,
el famoso Cerro del Otero en Palencia o los que nos ocupan, las cotas de La
Mambla y La Cuchilla.
Si nos fijamos, todos ellos
tienen elementos comunes: Primero, todos tienen una altura similar y que se
corresponde con la de los páramos de la zona. Esto nos da idea de que, antes de
que los ríos erosionasen esos valles, todo era una masa uniforme de tierra
sedimentada. Segundo, todos tienen en su parte superior una capa de roca caliza
que sirve de “sombrero” a la cota, aunque en ocasiones está muy desgastada ya o
se encuentra tapada por un manto de tierra arrastrada por el viento. Tercero,
debajo de esa capa se encuentran los estratos definidos anteriormente de yesos,
arcillas y areniscas.
Por tanto, nuestras queridas
y omnipresentes Mambla y Cuchilla, fueron capaces de resistir el envite de las
aguas hasta que éstas se desviaron hacia un cauce más blando, y hoy muestran en
sus laderas los estratos depositados durante unos 60 millones de años.
Por último, la forma
característica de estas cotas ha hecho que, a lo largo de la geografía
española, hayan recibido muchas veces nombres relativos a su semejanza con los
senos femeninos. De hecho, el nombre de Mambla viene del latín: Mambula,
mamma, mientras que, según la
tradición oral, la Cuchilla debe su nombre a su forma horizontal y alargada
que, desde el pueblo de Tudela, la asemeja a ese elemento cortante.